Elena Valdiviezo Gaínza
En este día no podemos dejar de recordar a quienes fueron las iniciadoras de este gran movimiento educativo en el Perú que empezó a gestarse desde fines del siglo XIX por iniciativa de la Sra. Juana Alarco de Dammert (1894). Se concretó a inicios del siglo XX con la creación de la primera Cuna maternal de Los Naranjos en los Barrios Altos (1902), para hijos de madres trabajadoras. Recordar también a las hermanas Victoria y Emilia Barcia Boniffati creadoras del primer Jardín de la Infancia público, sin local, en el Parque La Mar (25 de mayo de 1930). Emilia no solamente fue impulsora de los jardines públicos a nivel nacional, sino visionaria y creadora del Instituto Nacional de Especialización en Educación Preescolar (1959), para la formación de docentes, que con el tiempo se convirtió en el Instituto de Educación Superior Pedagógico Público de Educación Inicial (ISPPEI).
Conviene destacar que la Educación Preescolar en el Perú se inició bajo la influencia de la Escuela Activa que las hermanas Boniffaty trajeron de Europa. A partir de la Reforma educativa de los años 70, se cambió la denominación Educación Pre escolar (4 y 5 año) a Educación Inicial en el Perú (de 0 a 5 años 11 meses) lo que significó no solamente un cambio de nombre, sino de perspectiva: se estableció como el primer nivel del sistema educativo para la atención y educación -con enfoque holístico- de los niños desde el nacimiento (20 años antes que la Conferencia de Jomtien lo reconociera).
Las primeras acciones fueron la creación de la Dirección de Educación Inicial y el diseño el primer currículo del nivel con objetivos en vez de contenidos y su respectiva evaluación cualitativa. Reemplazaba al Plan de estudios con asignaturas (desde Lenguaje, Matemáticas, Historia del Perú, Educación Cívica y Deportes) y a la calificación vigesimal, en cada curso.
A partir de ese momento se empezaron a crear las especialidades de Educación Inicial en los Institutos pedagógicos, así como en las universidades. La nuestra fue la segunda en el país, promovida por la Dra. Adriana Flores de Saco en el año 1979, junto con la especialidad de Primaria.
Después hubo una serie de altibajos y retrocesos como cuando se “disolvió” la Dirección de E.I. por los años 90. Posiblemente la consecuencia más grave fue: el olvido y desconocimiento del Primer Ciclo de la Educación Inicial de la atención a los menores de 3 años, etapa de la vida en que todas las investigaciones del desarrollo y de la neurociencia, señalan como la más importante para el desarrollo de las potencialidades humanas. Dos premios Nobel de Economía han señalado su importancia: Amartya Sen, en 1998, para quien el desarrollo consiste fundamentalmente en el despliegue de las capacidades de las personas y por ende, el desarrollo de los pueblos y James Heckman, en el 2000 para quien la mejor inversión de los países es la inversión en la primera infancia porque allí se ponen las bases para ese desarrollo.
Ahora, en que vivimos una situación inédita y con la incertidumbre total acerca del futuro, tenemos que repensar el sentido de la educación. Sabemos hoy, que el aprendizaje empieza antes del nacimiento y que los primeros años son el momento en que se ponen los cimientos del desarrollo humano, de los valores y de la ciudadanía. Tenemos que hacernos muchas preguntas, pero entre ellas: ¿cuáles son los valores que se requieren para que la sociedad pos-pandemia sea más justa, más equitativa, más inclusiva y más solidaria? ¿qué necesitan aprender los niños para ser responsables, considerados, respetuosos del prójimo y amantes de la naturaleza? ¿nos estará castigando ella, por haberla olvidado tanto tiempo?