El pasado 10 de septiembre, tuve la oportunidad de visitar el Museo Leandro Penchulef, situado en el Campus Villarrica de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Este espacio, guiado por la docente Mariela Cariman Puñalef, nos adentró en la cultura mapuche, y a través de sus elementos, me hizo reflexionar sobre temas tales como la identidad cultural y la preservación de las lenguas originarias.
La revitalización de una lengua como el mapudungun en el contexto del museo no es solo un gesto simbólico, sino un acto de resistencia y afirmación cultural. Para mí, presenciar cómo el museo presenta sus textos en mapudungun me hizo reflexionar sobre la importancia de que una lengua no sea relegada al pasado, sino que siga viva y presente en espacios contemporáneos. En este caso, la lengua mapuche no es solo un vehículo de comunicación, sino una manifestación de la identidad que sigue evolucionando. Este aspecto me invita a preguntarme cómo en Perú es fundamental contar con espacios públicos con lenguas originarias como el quechua, aimara, awajún, entre otras, permitiendo que no solo se preserven, sino que se revitalicen en el presente como parte fundamental de nuestra identidad cultural.
El diseño del museo también juega un rol esencial en la manera en que la cultura mapuche se percibe y entiende. Cada objeto, desde las cerámicas hasta los textiles, es más que una pieza de exhibición: es un fragmento vivo de una historia que sigue escribiéndose. El museo no se limita a ser un espacio de observación pasiva, sino que invita a los visitantes a un encuentro activo con la memoria y la historia del pueblo mapuche. Personalmente, me impactó cómo la disposición de los objetos y la narración de su significado crean un ambiente donde la historia no está en el pasado, sino que resuena en el presente. Al ver cada pieza, sentí que estaba conectando con generaciones que resistieron, preservaron y transmitieron su legado cultural, lo que me llevó a valorar aún más el papel de estos espacios en la preservación de la memoria colectiva.
En un contexto más amplio, creo firmemente que un museo como el Leandro Penchulef puede y debe ser un espacio de encuentro y diálogo entre diferentes culturas. Al estar en un campus universitario, este museo no solo preserva la historia mapuche, sino que abre un espacio para la educación intercultural. Me hizo pensar en cómo el diálogo entre culturas no es algo abstracto, sino una realidad que puede ser fomentada a través de instituciones como los museos. Un museo puede significar un puente entre personas con diferentes orígenes, creando oportunidades para el entendimiento mutuo y la reflexión sobre nuestra propia identidad.
Este modelo inclusivo y reflexivo del Museo Leandro Penchulef es, en mi opinión, un ejemplo digno de replicarse en otros contextos, especialmente en Perú, donde la visibilización y preservación de nuestras culturas originarias es igualmente urgente. Un museo que no solo exhiba objetos, sino que se convierta en un espacio vivo donde las lenguas originarias estén presentes y donde las narraciones sean contadas desde las comunidades mismas, podría generar un impacto educativo profundo. En nuestras aulas, los estudiantes podrían no solo aprender sobre el pasado, sino también sentir que forman parte de una historia continua que merece ser valorada y preservada.
Finalmente, esta experiencia fue clave en mi formación como docente. No solo me ha permitido reflexionar sobre el rol que juegan los museos en la educación, sino que me ha hecho consciente de la importancia de integrar el patrimonio cultural en nuestras prácticas pedagógicas. Creo que, como futuros docentes, tenemos la responsabilidad de crear espacios donde el respeto por la diversidad y el entendimiento intercultural sean parte fundamental de la educación. Esta visita me reafirmó que enseñar no es solo transmitir conocimientos, sino también cultivar en nuestros estudiantes una apreciación profunda por su identidad y la de otros.
Nota elaborada por:
Claudia Valladares Chamorro
Estudiante de Educación Primaria