La visita al Museo Interactivo de Artes y Ciencias (MIRAS) fue una experiencia reveladora que reafirmó la importancia de la educación activa en el proceso de aprendizaje. Como estudiante de educación en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) tengo la convicción de que el aprendizaje no se limita a la adquisición de conocimientos teóricos, sino que debe incluir la interacción y la experiencia directa. En este sentido, el MIRAS se presenta como un modelo ejemplar de cómo los museos pueden ser espacios educativos dinámicos.
Durante nuestra visita, tuvimos la oportunidad de explorar diversas exhibiciones interactivas que desafiaban nuestra curiosidad y fomentaban el pensamiento crítico. Cada estación no solo presentaba información, sino que también nos invitaba a involucrarnos de manera práctica, lo que facilitaba un aprendizaje más profundo y significativo.
Las exhibiciones interactivas promueven la curiosidad al involucrar a los visitantes en experiencias prácticas que despiertan el interés y la exploración. Al interactuar con los elementos, los participantes se ven motivados a hacer preguntas y a buscar respuestas, lo que alimenta su deseo de aprender más.
Por ejemplo, en una de las exhibiciones, se nos presentó un desafío en el que debíamos resolver un enigma científico utilizando diferentes materiales. Este enfoque no solo estimuló nuestra curiosidad al permitirnos experimentar, sino que también nos llevó a formular hipótesis y cuestionar nuestras suposiciones, promoviendo así un pensamiento crítico. A medida que explorábamos diferentes soluciones, aprendimos a analizar los resultados de nuestras acciones, evaluar diferentes enfoques y considerar múltiples perspectivas, lo cual es fundamental en el desarrollo de un pensamiento crítico sólido.
Esta metodología resuena con enfoques pedagógicos contemporáneos que promueven la participación activa del estudiante, algo que considero esencial en la formación de futuros educadores.
Además, los programas educativos que ofrece el MIRAS son una excelente herramienta para complementar el currículo escolar. La oportunidad de que los estudiantes realicen actividades prácticas y talleres en un entorno lúdico no solo estimula su interés, sino que también les permite aplicar conceptos en contextos reales.
Una de las experiencias más memorables fue nuestra visita a la huerta del museo, donde tuvimos la oportunidad de ver y oler diversas plantas, así como aprender sobre sus propiedades como fuente de remedios naturales. Al interactuar con las plantas, no solo se activaron nuestros sentidos, sino que también comenzaron a surgir en mí ideas sobre cómo podríamos aplicar este tipo de actividades con nuestros estudiantes. La experiencia mostró la importancia de conectar el aprendizaje con la naturaleza y cómo esto puede enriquecer la educación.
Reflexionando sobre esta actividad, entendí que la naturaleza no solo ofrece belleza, sino también valiosos aprendizajes sobre sostenibilidad y cuidado del medio ambiente. Además, fomentó habilidades de observación y análisis, ya que discutimos las características de cada planta y su uso medicinal. En definitiva, el aprendizaje se volvió más significativo y enriquecedor al poder experimentar directamente con lo que estudiábamos, transformando la información teórica en conocimientos aplicables y relevantes para nuestras vidas.
La conexión entre teoría y práctica es fundamental para el desarrollo de habilidades críticas en los alumnos, ya que les ayuda a integrar el conocimiento de manera más efectiva y a enfrentar situaciones del mundo real con confianza. El diálogo entre conocimiento y experiencia juega un papel crucial en la educación, ya que permite a los estudiantes contextualizar lo que aprenden. Cuando se relacionan conceptos teóricos con experiencias prácticas, los alumnos pueden reflexionar sobre su aprendizaje y aplicar lo que han adquirido en situaciones cotidianas.
Este intercambio no solo enriquece su comprensión, sino que también fomenta un pensamiento crítico más profundo, ya que los estudiantes aprenden a cuestionar, analizar y evaluar la información desde diferentes perspectivas. Al integrar experiencias vivenciales con el contenido académico, los educadores pueden facilitar un aprendizaje más significativo que prepare a los alumnos para navegar los desafíos del mundo real con una base sólida de conocimiento y habilidades prácticas.
Es por ello que, reflexionando sobre esta experiencia, reconozco que como futuros educadores debemos inspirarnos en iniciativas como las del MIRAS para crear ambientes de aprendizaje más inclusivos y participativos. Me gustaría incorporar en mi práctica docente el enfoque del aprendizaje activo que promueven, donde los estudiantes no solo sean receptores de información, sino protagonistas de su propio proceso de aprendizaje. Este tipo de metodología fomenta un ambiente en el aula donde cada voz es escuchada y valorada, lo que es fundamental para la inclusión.
Además, la diversidad en las estrategias de enseñanza es clave para atender las distintas necesidades y estilos de aprendizaje de todos los estudiantes. Al ofrecer múltiples formas de interacción y participación, como talleres prácticos y experiencias directas, se asegura que cada alumno pueda contribuir desde su singularidad. La educación no debe ser un proceso unidireccional, sino un diálogo constante entre el conocimiento y la experiencia, enriquecido por la diversidad y el respeto mutuo, lo que nos prepara para enfrentar un mundo complejo y diverso.
Nota elaborada por:
Rocío Chavez Alejos
Estudiante de Educación Primaria